En 27 de enero publiqué un pequeño artículo en el Periódico de Ibiza, en la sección de Cartas al Director.
No lo hice porque me aburriera, o porque necesite utilizar esa vía para dar difusión a mis artículos. Fue una situación en la que me vi envuelta. Relacionada con la persona de la que os he hablado en el post anterior.
Cuando digo que es difícil, es que es muy difícil. A veces desesperanzador. Porque, por muchas situaciones bellas que vivamos, por mucho amor que haya en el aire, para esa persona nunca es suficiente y con un devastador «no me lo digas, demuéstramelo» lleva toda la vida presionando a sus anteriores parejas para hacer cualquier tipo de locura. Y ahora yo soy la siguiente.
De modo que, cual tonta del culo, me puse manos a la obra para realizar este gesto de amor, esta forma de hablarle al mundo. Lo apreció unos días, luego ha sido como si esa expresión de mi amor, tan única, exclusiva y preciosa, nunca hubiera ocurrido. Lo más triste de todo es que opina que esa carta podría habérsela dedicado «a cualquiera», y que seguro que he aprovechado (como soy Satán) para enviarle el mismo enlace a un ejército de novios secretos. Y así están las cosas. Parece que el comentario tenga cierto sentido del humor, pero encontrarte esa poca empatía una y otra vez, como chocándote contra un muro de acero galvanizado, duele, y te deja marcas en la piel. Hay sonrisas, claro, pero también algunas lágrimas.
En realidad, temo la respuesta de alguna lectora psicóloga o terapeuta, que me va a echar la bronca por aguantar esta desvalorización y este trato tan poco digno. Soy consciente de ello, chicas. Al menos, a veces soy consciente de ello y por eso la realidad duele tanto.
Bien. Os voy a dejar aquí la carta, tal cual se publicó en prensa.
La magia existe
«Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura…». No puedo evitar citar a Dickens al pensar en lo que nos está tocando vivir.
Pesimismo, tristeza, angustia… Estamos a un mando a distancia de caer en depresión. Las noticias actuales chamuscan lentamente la luz y la ilusión. Pero en realidad la vida nos depara cosas maravillosas. Y están más cerca de lo que creíamos.
Desde los primeros días del estado de alarma, supe que no había tiempo que perder. Todos cambiamos el paradigma, la mentalidad, la forma de ver el mundo…
Después, parecía que alcanzábamos cierta normalidad. El verano se asomó tímidamente y hasta creímos que esas playas de arena luminosa y agua transparente, su mejor aspecto en años, serían una ventaja para recuperar la actividad de nuestra querida isla. Pero no fue difícil acostumbrarse a vivir así, aunque pronto, esa efímera libertad empezó a marchitarse de nuevo, y así, emergieron las amenazas bíblicas, a las que llamaron oleadas. Una tras otra.
Vimos cómo este virus se expandía con gripes y neumonías, creando una amalgama a la que no es fácil plantar cara. Pero, como siempre me ha gustado pensar: Por encima de las nubes, siempre brilla el sol. Y el sol que a mí me ha sonreído durante este 2020, es de lo más asombroso del firmamento: El Amor. Amor en tiempos de corona, haciendo un, quizá ya manido, guiño a García Márquez. Porque, a veces, cuanto más afiladas y adversas se presentan las flechas que el mundo nos lanza, el guión de nuestro destino nos ofrece un punto de giro genial.
Porque el amor no se busca. Se encuentra. Y cuando das con ello, con la persona perfecta,
que despierta en ti sentimientos que no conocías, o no recordabas, haber saboreado antes, te das cuenta de que la vida es perfecta tal como es. Y que el sendero que dibujan tus pasos, es el adecuado.
Amar en tiempos de guerra, es como nadar a contracorriente, como arañar un poquito las reglas y es como querer alcanzar la luna con los dedos. Algo válido solo para soñadores, locos y proscritos, enfrascados en esa utopía que solo habíamos intuido en los libros.
Pero cuando el color del amor tiñe tu realidad, ya no hay vuelta atrás. Una vez has sentido ese querer, absoluto, que te abruma y te impulsa a partes iguales, ya no te puedes conformar con menos. Además… las adversidades se superan mejor en equipo, sintiendo que a tu lado tienes a la persona que los dioses han decidido que te acompañe en este incierto camino.
Con esto, lo que quiero decir es que miremos más allá. Que no nos conformemos con el gris devenir que supuestamente nos espera. Que no absorbamos las noticias que despiertan la tristeza. Que busquemos la luz que merecemos. Que potenciemos las cosas por las que sentir gratitud, por las que despertar el destello de la pasión y beber las delicias de la ilusión. Dejemos que nuestra dicha componga melodías al compás de los latidos, en lo más profundo de nuestro interior.
El amor auténtico existe. Bien lo sé. Y si aún no lo has vivido, no lo busques, pero abre tu corazón y siente cómo se aproxima su aroma. Es el amor quien, por sus propios medios, y a pesar de que el mundo se desmorone alrededor, te encontrará.
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