Un ejercicio interesante para ponerse a escribir es construir un nuevo final para una película o un libro que te guste. Mejor dicho, ¡que te encante! pero que preferirías que el final fuese diferente.
De hecho… ¿sabes que así es como nació Cincuenta sombras de Grey? Resulta que la autora E.L. James es una super fan de Crepúsculo (Twilight), ya sabes Edward Cullen y Bella Swan. Esta saga esta escrita por Stephenie Meyer, una mujer que le da mucha importancia a la castidad y a mantener la virginidad hasta el matrimonio. debido a su religión, ya que profesa en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Con esto quiero contextualizar un poco la situación, ya que muchas lectoras se sentían excitadas y atraídas por esta historia de vampiros adolescentes, pero veían frustrado su deseo, libro tras libro, porque los protagonistas no pasan de unos inocentes besitos hasta la última entrega (que en cine se dividió en 2 películas), y solo consuman su amor después del matrimonio.
Pues bien Erika decidió ponerse manos a la obra y construyó su propia versión de Crepúsculo. La colgó en Internet y tuvo un éxito brutal entre sus fans, así que una editorial australiana le propuso editarlo y lo tuvo que reelaborar para tener una historia lo suficientemente original pero sin perder las intenciones que ella tenía. Curioso ¿verdad?
Pues yo he querido cambiarle el final a Annie Hall. Sí, lo siento por los adoradores de Woody Allen que quizá me odiéis por esto, pero soy una fan absoluta de este director y si lo he hecho ha sido con todos mis respetos y todo mi cariño hacia sus personajes.
¡Ahí va! (Bueno, para los de la LOGSE, voy a poner primero un resumen de la película) ¡Alerta Spoiler!
ANNIE HALL. Woody Allen, 1977
Alvy Singer recuerda a sus 40 años su niñez, cuando vivía bajo una montaña rusa con su autoritaria madre, y su precoz obsesión por el sexo, recordando también su ruptura con Annie Hall.
Alvy, que logró cierta popularidad como cómico en televisión se casó con dos mujeres, ambas muy intelectuales pero que lo dejaban frío. Y Annie fue un descubrimiento. La conoció en un partido de tenis. Ella le llevó después a su casa en el coche y comenzaron a charlar. Después él fue a verla en una prueba de canto en un club nocturno que resultó un desastre por las condiciones del local.
Empiezan a salir, y viven muchas situaciones románticas y divertidas, como un día en un chalet de playa que compran langostas para cocinarlas y se les escapan.
Comenzaron enseguida a vivir juntos y con la convivencia surgieron los problemas, y así, aunque Alvy se decide, superando su timidez a contar él sus propios chistes en pantalla, su relación con Annie se va deteriorando y discuten a menudo. Alvy comienza a sentir celos al ver que a ella algunos días no le apetece hacer el amor o está ausente al hacerlo, mientras, tras seguirla descubre un día que congenia con uno de los profesores de los cursillos para adultos a los que él la hizo apuntarse.
Finalmente se separan y Alvy conoce por medio de un amigo a una moderna periodista de la revista Rolling Stone, pero no es su tipo. Esa misma noche Annie lo llama alarmada debido a que hay una araña en su servicio. Alvy acude al rescate, ella entonces llora y le pide que se quede allí, produciéndose de ese modo la reconciliación y nuevos días de felicidad.
Annie consigue por fin debutar en público y lo hace con gran éxito, tanto, que Tony Lacey, un productor le propone la grabación de un disco. Y poco después vuelven a romper su relación tras regresar de una fiesta dada por el productor y a la que acudieron aprovechando un viaje a Hollywood donde Alvy debía entregar un premio de televisión.
Alvy, a pesar de que sabe que su relación no funciona no puede soportar la separación, por lo que va a visitar a Annie a Los Angeles. Para entonces ella se ha graduado en Harvard y vive con Tony, por lo que no acepta la proposición que le hace Alvy de casarse.
Pasa el tiempo y Alvy escribe su primera obra, basada en su propia vida con Annie aunque con un final más feliz.
Unos años más tarde se vuelven a encontrar. Annie ahora vive en Nueva York, y durante unos momentos hablan y recuerdan los viejos tiempos.
Mi final alternativo para Annie Hall.
Cuando rompieron su relación y Annie dejó Nueva York para probar suerte con la música en Los Angeles, Alvy intentó pasar página.
Salió con otras mujeres y recorrió todos los lugares de la ciudad en los que había vivido alguna escena divertida junto a ella. La ciudad entera le recordaba a Annie Hall así que tomó una determinación y, cogiendo un vuelo de la TWA y se plantó en California.
La llamó desde una cabina en el mismo aeropuerto, y aunque ella se sorprendió de la repentina visita, le propuso quedar en un restaurante macrobiótico de West Hollywood. Alvy detestaba esas cosas y consideraba que el estilo de vida californinano era superficial y absurdo, pero había decidido que sin Annie su vida no sería la misma, así que aceptó.
Él estaba nervioso. Hacía tres meses que no se veían, y aunque era la persona con la que había compartido su vida durante más tiempo, puesto que sus dos matrimonios anteriores, fracasaron enseguida, sentía un cosquilleo en el estómago que, francamente, no le desagradaba del todo.
Cuando Annie llegó al restaurante, Alvy llevaba un cuarto de hora sentado en la terraza. Se levantó, con una sonrisa en los labios en cuanto ella se acercó a la mesa. Admirar de nuevo su rostro luminoso, con sus chispeantes ojos aguamarina le reconfortó. Ella llevaba un vestido blanco, ceñido con un ancho cinturón de cuero, y un sombrero borsalino negro. Durante unos instantes, ninguno supo cómo saludarse, la situación era extraña, y al final se dan la mano.
—Estás muy guapa.—murmuró Alvy.
—Oh, un poco más delgada. Eso es todo.
—Pues te sienta bien. —comentó él, ajustándose las gafas.
—Tú también estás estupendo. —le dijo Annie, sonriendo.
—Después de cinco mil kilómetros en aquella lata de sardinas, lo extraño es que siga respirando.
—Oh, Alvy! Odias volar! ¿Por qué has venido?
—Me han propuesto dirigir mi propio programa de televisión. Ya sabes, a Rob se le ocurrieron unas ideas y la NBC…
—¡Tu propio programa! ¡Eso es maravilloso, Alvy! —exclama ella emocionada, y dejándose llevar se pone en pie, dándole un abrazo. —Me alegro mucho
—Bueno, si llego a saber que te haría tanta ilusión hace tiempo que hubiera buscado un productor judío para convencerle de mis facultades.
—Te lo mereces. Creo que podrías hacer un programa divertidísimo. ¡Es la monda! — exclamó con una amplia sonrisa.
Un camarero apareció bajo la sombrilla y Annie pidió unos extraños platos que él no había oído en su vida.
—Bueno, el caso es que todavía no he aceptado. —dijo, retomando la conversación.
—¿Y a qué esperas? ¿No ves que puede ser un empujón increíble para tu carrera?
—Antes he de solucionar algunos temas. —respondió misterioso. —Si se ponen a mi favor, creo que sí voy a aceptar. Por cierto, te he traído un regalo… — Y cogiendo la bolsa de tela que colgaba del respaldo de su asiento, sacó una caja cuadrada, envuelta en papel rojo brillante.
Annie sonrió emocionada tirando del lazo para abrir el paquete. En su interior hay un par de langostas, vivas, que rascan el cartón con las pinzas atadas.
—¡Dios mío!—exclamó.
—No imaginas lo que me ha costado mantenerlas despiertas en el avión. Me daba miedo que se durmieran para no despertar después, o que les afectase demasiado el Jet Lag.
—Ja,ja,ja —Annie estalla en una carcajada. Es cierto que con la convivencia descubrieron lo distintos que eran los dos, pero no ha vuelto a sentir lo mismo por ningún hombre. Entonces pensó que Alvy la hacía reír. Alvy era distinto a todos y eso le hacía sentir especial.
—Pensé que te traerían buenos recuerdos… —murmuró él, mirando azorado al suelo.
—Que bien nos lo pasábamos…—comentó ella.
Entonces, como si se le encendiera una bombilla, Alvy se incorpora.
—¡Podemos repetirlo!
—¿Cómo?
—Podemos vivir juntos. Vente a vivir conmigo aquí, en Los Angeles.
—Oh, Alvy… fue muy duro separarnos pero, ¿y si vuelve a ocurrirnos lo mismo?
—Hemos vivido juntos en Nueva York, pero nunca en California… Será como empezar de cero.
—Entonces ¿dejarías la ciudad?
—Por ti sí. Y si acepto la propuesta de la NBC, Rob ya me ha conseguido una hermosa casa.
—¿En serio? ¿Aquí?
—Sí. Fue de Roman Polanski. Por lo visto un crimen hace que baje el precio de la vivienda. Lo que no saben los de la inmobiliaria es que disfrutaré como un niño estando tan cerca de la muerte.
Annie sonríe. Antiguamente se habría horrorizado ante esa visión, pero ahora conocía a Alvy y su extraña filosofía. Ya nada le escandalizaba.
Alvy había viajado sin un plan demasiado definido. No tenía, dado su intrínseco pesimismo, mucha confianza en darle la vuelta a la tortilla pero por alguna razón ahora las cosas se le podían poner a su favor. Si le tocase regresar a Nueva York solo, no lo soportaría por mucho tiempo. La necesitaba a su lado para ser feliz.
—¡No puedo esperar más! — Exclamó Alvy de repente. Y cogiendo una de las gomas que bloqueaban la pinza de la langosta, a modo de anillo improvisado, añadió— ¿Quieres casarte conmigo?
Ella se queda en estado de shock, con sus ojos turquesa muy abiertos, entonces, poco a poco una sonrisa se va dibujando en su cara.
—¿Qué me dices? ¿Nos casamos? —insistió él. —Hace un segundo estábamos hablando de la posibilidad de vivir juntos. ¡Mejor todavía sería casarnos!
Entonces Annie, con una expresión indescifrable en su cara, se pone en pie. Alvy la imita, y cuando están el uno frente al otro, junto a las langostas que revolotean en la caja, coge su mano, insertándole la gomita roja en su dedo.
Ella comienza a reír. —¡Claro que sí, Alvy Singer! He estado deseándolo desde que nos conocimos en el club de tenis. Te quiero.
Acerca la boca a la suya y dándose un beso suave y profundo en los labios él dice.
—Me alegro de que hayas aceptado. Si hubieras dicho que no ahora estaría buscando un edificio muy alto para suicidarme, o volviendo a casa para convertir todo esto en una deprimente obra de teatro.
Sin probar bocado de la comida, se alejan del restaurante. Van abrazados y, entre ambos, una caja envuelta en papel rojo brillante con una pinza de langosta que asoma por una de las esquinas.
***
Espero que os haya hecho gracia.
Bueno, ha sido un post muy largo, pero, si has llegado hasta aquí, solo añadiré que puedes contactarme a través del formulario o de la forma que quieras para plantearme tus dudas o sugerencias.
Ana Olivia Fiol Mateu
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