Son las 4:00 am. Otra vez.
Cuando tu trabajo depende de una combinación de neuronas activas, ideas frescas y musas burbujeantes, te encuentras con que hay días (o noches) que cuanto más sueño tienes, más inspirada te sientes, y no te queda más remedio que levantarte una y otra vez de la silla para que el riego sanguíneo se distribuya bien por este maltratado cuerpo y de paso servirte una nueva taza de té antes de volver a pegar tu culo a la silla y tus dedos al teclado.
El lado bueno es que las noches son productivas. Muy productivas. No hay llamadas que te interrumpan, no hay e-mails que tengas que responder con urgencia y tampoco te tienes que poner en marcha de repente cuando el reloj te pilla desprevenida porque hacía rato que tenías que haber hecho la comida o la cena.
Añoras las horas de sueño, y cuando puedes disfrutarlas ¡oh! se lo agradeces al Universo, e intentas que el tiempo pase despacio, muy despacio, para saborear esos deliciosos momentos al máximo. Al mismo tiempo , también te gustaría tener una pastillita mágica diseñada por la CIA, como la de Stan Smith, que te haga sentir como si te acabaras de levantar de un reparador sueño de 8 horas. ¡Ay! ¡Cuántos libros podría yo escribir con esa pastillita maravillosa.
Ana Olivia Fiol Mateu
Diario de una escritora fantasma
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